Acompáñanos a adentrarnos en la vida de Agustín Sánchez-Cid, el autor del Cristo de San Agustín.
Médico, escultor, presidente del Ateneo de Sevilla, restaurador y responsable de descubrir la autoría de dos antiguos crucificados… Agustín Sánchez-Cid Agüero (1886-1955) nació y murió en Sevilla, una ciudad con la que tenía profundos lazos a todos los niveles. Médico por tradición familiar, estudió a caballo entre Sevilla y Madrid, donde se graduó en 1914. En esos años, también recibió una notable formación artística. De vuelta a Sevilla, intentó compaginar su profesión médica con la realización de obras artísticas, algo común a lo largo de su trayectoria. Y abrió una consulta en la ciudad especializada en otorrinolaringología.
El artista vivió en la que fue la calle de la Luna, hoy Escuelas Pías, y esculpió para la fachada de su casa una Virgen con el niño, la Virgen de la Luna, que podía verse en una hornacina hasta el derribo de este inmueble. Actualmente puede contemplarse, con suerte, en el recibidor de una casa en la calle Mesón del Moro.
Su obra profana, repartida por Sevilla
También fue Catedrático de Anatomía Artística en la Escuela de Bellas Artes de Sevilla, y la combinación con sus estudios médicos en Sevilla y Madrid le otorgaron un notable conocimiento anatómico que supo plasmar en sus creaciones. Fue discípulo del gran Joaquín Bilbao y seguro que has pasado mil veces por delante de una de sus más célebres obras sin saber que era suya: la escultura a Martínez Montañés, que este 2023 cumplió un siglo y que se ha convertido en parte fundamental del paisaje de la Plaza del Salvador.
También hay que destacar que dos obras suyas recibieron la tercera y primera Medalla Nacional en los años 1941 y 1943, respectivamente. Y en cuanto a su obra profana, en el Museo de Bellas Artes de Sevilla contamos con una escultura de gran fuerza y belleza que representa a ‘Andalucía’ como un retrato de mujer con rasgos clásicos de nuestra tierra. También es autor de la escultura que representaba al Río Guadalquivir en la desaparecida fuente de la Plaza de los Conquistadores de la Exposición Iberoamericana de 1929, que se encontraba en la actual zona de Reina Mercedes. Hoy se puede contemplar esa escultura fluvial en los Jardines de las Delicias, donde también se encuentran la del Río Magdalena y la escultura de Iberia que presidía la fuente (ambas de otros autores).
Y si paseas por la Plaza Nueva, fíjate en el monumento a San Fernando que preside este espacio. De las cuatro figuras que se encuentran en los laterales de su pedestal, Sánchez-Cid fue el autor de la de Garci Pérez de Vargas, militar fundamental de las tropas del Rey Santo en la conquista de Sevilla.
Su contribución a la imaginería
Fue muy conocido por su labor profesional en la restitución de las imágenes desaparecidas durante los disturbios e incendios del inicio de la Guerra Civil. Un ejemplo es el Cristo de San Agustín (1940), cuyo original fue pasto de las llamas en el incendio provocado que redujo casi a cenizas la Parroquia de San Roque y tantas otras. En el caso del crucificado que nos ocupa, siguió para hacer la nueva talla las características del crucificado gótico, que antaño se encontraba en el Convento de San Agustín, muy cercano a la parroquia.
Otras obras religiosas destacadas que podemos ver en Sevilla son el Cautivo de la Capillita de San José, que sigue el estilo del Cautivo de Medinaceli que tanta devoción tiene en Madrid, o la Virgen del Carmen que hizo para la Parroquia del Corpus Christi, en la Avenida de la Palmera.
Su trabajo para otras hermandades
Importantes fueron también los encargos que realizó como restaurador del patrimonio. Por ejemplo, el trabajo que hizo con el Cristo de la Fundación de la Hermandad de Los Negritos y con el Cristo del Calvario. Durante el proceso de restauración se hallaron en el interior de ambas tallas los documentos que confirmaban la autoría de las tallas: Andrés y Francisco de Ocampo, respectivamente. También estuvo encargado de la restauración de Jesús Nazareno de la Hermandad de El Silencio y del Cristo de la Expiración, el Cachorro.
También fue autor de la cruz en la que estuvo clavado el Cristo de la Buena Muerte de Los Estudiantes (talla que también restauró) desde 1938 hasta 1994, que realizó en madera de ciprés y como una copia exacta de la original, que ya presentaba desperfectos. En 1994 fue cuando, al aparecer una grieta en esta cruz, se decide sustituírla por otra nueva, quedando las dos cruces anteriores en propiedad de la hermandad. También realizó la cruz del Cachorro en los años 20, en la que estuvo clavado el crucificado de Ruiz Gijón casi un siglo, hasta 2012, cuando se cambió por una nueva. Sánchez Cid hizo también una nueva cruz para el Cristo de la Fundación de Los Negritos, más gruesa que la anterior, utilizando para ello la madera de un ciprés que obtuvieron varios hermanos en el cementerio de San Fernando. La hermandad cuenta en su página web lo erróneo de esta elección: «Esta circunstancia, si bien tenía un indudable valor emocional, fue una de las causantes del mayor deterioro de la Imagen a partir de entonces, ya que, como la madera de la cruz no era suficientemente seca y vieja, después de algunos años se alabeó, desequilibrando peligrosamente la sujeción de la imagen». Lo que provocó que, 50 años después, hubiera que hacer una ardua restauración del crucificado.
Su papel destacado en el Ateneo
Los documentos relativos a la primera cabalgata de Reyes de Sevilla lo sitúan como uno de sus principales impulsores, y fue un personaje importante en la historia del Ateneo de Sevilla, del que fue presidente en 1924. Y participó activamente de la cabalgata que ayudó a crear, habiendo encarnado al Rey Baltasar en el cortejo que recorrió Sevilla en 1923. Y en el interior del edificio del Ateneo en la calle Orfila, en una hornacina, podemos encontrar un busto de la Diosa Palas Atenea que también es obra de Sánchez-Cid.