Nos acercamos al Nervión más fantasmal, el que pone los vellos de punta y acelera el corazón.
Se acerca el día de los difuntos, el noviembre de las apariciones de la última parte Tenorio -«mañana a los sevillanos/ aterrará el ver que a manos/ de mis víctimas caí»-, la americana noche de las brujas… La noche en la que todos dejamos de ver la ciudad como un gran templo luminoso para comenzar a verla como un lugar siniestro.
En Nervión hay grandes avenidas, frondosos parques y modernas construcciones… pero también guarda en sus edificios los misterios de un pasado que parece volver para recordarnos que hay cosas que nunca se marchan. Este es el Nervión fantasma, el de las cosas que no podemos explicar.
Las tumbas de la Diputación
Nervión siempre ha tenido bajo su suelo la estela de la muerte. Literalmente, ya que la zona de la Puerta de la Carne, Prado y San Bernardo ha servido durante siglos para acoger los enterramientos de la ciudad. Sobre uno de esos cementerios se levantó el Cuartel de la Puerta de la Carne, hoy Diputación de Sevilla.
Todo comenzó un día de los años ochenta. Aún funcionando como cuartel, un día una palmera del jardín delantero se partió, cayendo sobre el paseo y llevándose la vida de un matrimonio y un niño pequeño de una familia que paseaba por allí. La palmera fue a caer también sobre una garita, matando al guardia que custodiaba el cuartel y que se encontraba en su interior.
Desde aquel día, los sevillanos comenzaron a tejer una maraña de historias que referían extraños sucesos en el interior del antiguo cuartel. Algunos decían haber visto sombras pasar por las ventanas en aquel cuartel otrora abandonado, que se oían gritos desgarradores desde el interior del edificio y que se veían apariciones de figuras en salas con las puertas y las ventanas completamente tapiadas desde hace años.
Pero cuando volvió a estar el edificio habitado a partir de 1994, la cosa no hizo sino empeorar. La llegada de la Diputación al antiguo cuartel alimentó la leyenda. Presencias que te agarran del hombro en los garajes, a la altura de donde se encuentran los enterramientos, niños que lloran en el antiguo patio de cocheras aunque no haya nadie en el lugar, ascensores a los que solo se accede con llave que suben y bajan solos en la oscuridad de la noche…
En los garajes, trabajadores han podido escuchar en una zona totalmente desierta conversaciones y murmullos de los que solo son capaces de entender palabras sueltas, como si los muertos hablasen de los nuevos visitantes en su presencia. Cuando se hicieron las obras, allí se encontró una necrópolis romana luego utilizada como cementerio judío, trasladándose todos los cuerpos para levantar el nuevo edificio anexo de la Diputación. Aún hoy, los trabajadores dicen que sienten escalofríos al pasar sobre las alcantarillas. Como si la muerte los llamara desde el subsuelo para advertirles.
El hospital encantado
Hay peones que han hecho muchos derribos de edificios… pero pocos pueden olvidar la demolición del Equipo Quirúrgico, que se levantaba en la esquina de Menéndez Pelayo con la Avenida de Málaga. La historia se remonta a cuando las urgencias estaban aún abiertas. Sentían los trabajadores cómo les cogían de las batas, objetos se movían solos o escuchaban susurros. Una noche dicen que incluso dejaron una grabadora puesta en una de las salas. Al día siguiente, se quedaron blancos de terror cuando escucharon claramente: «La muerte habita aquí».
Mientras el edificio era demolido, dicen que uno de los peones vio al final del pasillo del edificio a una mujer que cruzaba de una puerta a otra. Corrió por el pasillo para avisarle de que el edificio podía caerle encima y que había peligro. Cuando llegó al final del pasillo, nadie había en la sala. Algo parecido pasó en la planta baja, solo que el peón vio a una anciana vestida de luto con el pelo canoso. Incluso las máquinas del derribo sintieron aquellas presencias, ya que empezaron a fallar y a dar tirones cuando tenían que destruir la zona subterránea, donde estaba el depósito. Ahora solo nos queda preguntarnos si esas presencias siguen en el solar abandonado y si seguirán en la nueva construcción que allí se levante algún día.
El fantasma de Viapol
En pleno centro de Nervión, en el mítico edificio Viapol, también hay algo diferente a lo natural. Los juzgados albergan extraños sucesos, y en todo el edificio. En el edificio se registraron anomalías eléctricas, ordenadores y luces que se apagan y encienden solos… parece que pararon durante un tiempo, pero volvieron. Esta vez fue el ascensor. Este elevador, que no tenía memoria, subía y bajaba sin parar.
Decían los trabajadores de los juzgados que se sentían observados, y creyeron que había cámaras instaladas en el edificio. Pero no las había. Y decían sentirse acompañados cuando caminaban por el pasillo. Y, por las noches, los vigilantes y personal de limpieza, se negaban a subir en el ascensor. Hablaban de un ascensor con vida propia, que se paraba en las plantas que quería. Pero las escaleras no son mejores: los que usaban los peldaños para subir han coincidido en la visión de unas siluetas que ascienden por las escaleras e incluso abren las puertas de seguridad.
La leyenda negra del Doctor Guija
En plena Cruz del Campo, en el edificio que hoy ocupa la sede del Distrito Nervión, estaba la clínica del Doctor Guija. Allí el doctor acogía a enfermos mentales, alimentando la rumorología de los vecinos del Nervión Viejo. En los años 70 cerró la clínica, y en los 80 se abandonó el edificio a su suerte, dando una imagen cada vez más deteriorada para un inmueble diseñado por Aníbal González.
Lo cierto es que en esta historia hay más de sugestión que de posible realidad. Los vecinos hablaron de alaridos y de tratamientos con electroshocks, y ello provocó las intrigas que unieron al nombre de la clínica el adjetivo de «maldita». Los jóvenes iban a hablar con el reino de los muertos a través de la ouija a la clínica de la Cruz del Campo, y algunos llegaban a inventar tremendas tramas por las que allí se habían cometido crueles experimentos con seres humanos y se habían enterrado a algunos pacientes en los jardines.
Hoy, ningún trabajador dice haber sentido presencias paranormales ni nada raro, desde que es sede del Distrito Nervión. Eso sí, cuando cae la noche, como todos, prefieren no estar allá donde la leyenda puede hacerse realidad en cualquier momento.
R.N.