Habanera no solo ofrece un buen tapeo para disfrutar de la compañía, sino también de la paz que ofrece el barrio de San Roque.
Sabemos que no hablamos tanto de San Roque como de otros barrios, pero si este barrio del Distrito Nervión tiene una cualidad, quizá sea la de la tranquilidad que transmite. Pasear por sus calles es, como pasa en San Bernardo, encontrar un remanso de paz entre las grandes avenidas. En su calle principal, en el número 9 de Amador de los Ríos, está Habanera. Un local, que al menos cuando fuimos, estaba regentado por gente joven y con una zona agradable de terraza en la que es, probablemente, una de las calles mejora arboladas del distrito.
Comenzamos con el tintineo de las cervezas y arrancamos con un clásico como es la ensaladilla. En Habanera la ensaladilla es de gambas y encuentra un buen equilibrio entre la liquidez y la solidez extrema, con buena cantidad de gambas y la patata sin terminar de deshacer, con algo de cuerpo. Un buen comienzo.
Nos informan de que los fines de semana a mediodía ofrecen un arroz, algo que antes era muy común en los bares y que últimamente se está recuperando en muchos establecimientos. El de este día es de secreto. Pedimos un plato para compartir y, si bien tiene bastantes trozos de carne y está suelto, echamos en falta que tenga un poco más de sabor. Continuamos con otro clásico como es un poco de chacina y queso para un picoteo sin complicaciones. El jamón está bastante bueno y tiene buen color, y el queso Ocaña es de los que nos gustan, con potencia de sabor y de esos que se van rompiendo solo de tocarlo de la maduración. Viene acompañado con algunos frutos secos con un chorrito de miel, pero al lado para no condicionar el sabor.
Por último, pedimos un surtido de cuatro montaditos: una pringá clásica (rica de sabor y con todos sus avíos que suman potencia con el pan calentito), un Cubanito (inspirado en el sándwich cubano, este lleva chicharrón de Cádiz, queso fundido, mostaza y pepinillos agridulces, de esto último demasiado para nuestro gusto), un D’Catego (queso azul, mermelada de pimientos y carne mechada, una sabrosa combinación que nos gustó mucho) y, por último, el Enigma. Este montadito no sabes lo que lleva, sino que te la juegas, y en este caso era de tres quesos con cebolla caramelizada en su interior, la versión entre pan de la clásica pizza.
Sin duda un lugar en el que tapear con tranquilidad lejos de los bares llenos de gente gritando, con un espacio estupendo para disfrutar del día entre árboles y sin una afluencia de coches pasando por delante que lo estropee todo. A veces el lugar, de inicio, es responsable de la mitad de tu éxito.