
El 25 de noviembre de 1961 el pánico se apoderó de Sevilla. El Tamarguillo se desbordaba tras una intensa lluvia y dejaba vías como Luis Montoto, San Bernardo o la zona de La Ranilla completamente anegadas. Fue entonces cuando España se volcó para ayudar a los hispalenses en una campaña que acabaría en tragedia.
Aquel noviembre de 1961, los trabajadores de la Prisión Provincial sintieron cómo el mundo se les venía encima. El cercano arroyo Tamarguillo se hacía fuerte con las lluvias y se desbordaba entrando a borbotones en la cárcel. Cundió entonces el pánico entre los presos, que veían cómo el agua entraba en las galerías. En San Bernardo, el agua subía hasta un metro de altura, y en la calle Oriente -actual Luis Montoto- las barcas sustituían a los tranvías mientras la iglesia de San Benito, por ejemplo, permanecía anegada.
Toda España vivió aquella tragedia en la que, por suerte, no hubo víctimas. Fue entonces cuando, en los primeros días de diciembre, el locutor Bobby Deglané, de Radio España de Madrid, comenzó con los programas Operación Clavel. ¿El objetivo? Dedicar hasta seis horas de programa diarios por las ondas para recaudar víveres, juguetes y dinero que ayudaran a las familias sevillanas afectadas por las inundaciones.

El despliegue fue total: artistas y rostros conocidos de los sesenta arrimaban el hombro para organizar una gran iniciativa solidaria. Una caravana que saliera de Legazpi, en Madrid, debía llevar toda la ayuda posible hasta Sevilla. España se volcó, y la enorme caravana de 142 camiones, acompañados por unos 150 turismos y 82 motos salió de Madrid el 18 de diciembre de aquel año.
Pero nadie podía esperar el desenlace que tendría aquel gesto solidario de todos los españoles con nuestra ciudad. Pasada la una de la tarde de aquel 19 de diciembre la caravana hacía su entrada triunfal en Sevilla. La recibían carteles, guirnaldas y banderolas en las que la palabra ‘Gracias’ era lo más repetido. Pasando por la autopista de San Pablo -en la zona anterior a Luis Montoto, justo a las puertas de Nervión-, el ambiente era de entusiasmo: Sevilla podría sobrevivir con todo aquello, fruto de la generosidad de todo el país. Una avioneta sobrevolaba la caravana haciendo fotos del momento.
Pero fue entonces cuando todo se truncó. En un vuelo rasante de la avioneta, se enredó con unos cables de alta tensión, haciendo que se precipitara en llamas sobre los sevillanos que daban la bienvenida a la caravana. 24 personas murieron aquella tarde y más de 100 resultaron heridas. Cuentan los testigos que los vecinos de la antigua calle Oriente vieron a decenas de sevillanos corriendo entre gritos procedentes de San Pablo, tras la visión dantesca del accidente.

Todos los actos de recibimiento, previstos en la Plaza de España, se suspendieron. Al día siguiente, se declaró día de luto oficial y la bandera ondeó a media asta en la torreta del ayuntamiento. La entrega de lo donado fue más que discreta: los camiones depositaron sus artículos según lo previsto en las Galerías Comerciales del Puerto (víveres), Pabellón de Uruguay de la exposición de 1929 y Guardería de Auxilio Social de Ciudad Jardín (juguetes).
Se cerraba así la más hermosa y la más trágica de las iniciativas ciudadanas con Sevilla. Las muertes que no provocaron las riadas del Tamarguillo, llegaron aquella mañana desde el cielo tiñendo de sangre una Sevilla más que castigada. Entre esas víctimas había tres niños de menos de 7 años, cuyos cuerpos quedaron totalmente calcinados. Sus restos reposan en el cementerio de San Fernando.
Miguel Pérez Martín