Velouté tiene nombre francés. Pero sobre todo tiene una cocina para que se te caigan dos lagrimones. El sábado estuvimos y lo comprobamos.
Antes de entrar yo ya sabía lo que iba a pasar. Da igual las delicias que pidas antes, pero tienes que terminar con la tarta de avellanas. Y así fue. El sábado pasado estuvimos en Velouté, un negocio afianzado en la Avenida de la Buhaira que te hará salivar sin dudarlo. ¿La importancia? Cada plato debe llevar un sentido común y, sobre todo, un buen fondo a base de un guiso bien hecho.
Arranca el servicio y empezamos con las anchoas sobre pan de fresas. Sí, de fresas. Las anchoas son realmente gigantes, y el pan ha sido hecho con mimo para que las fresas deshidratadas no se coman el sabor de todo lo demás. Un inicio más que delicioso. Seguimos con una fritura, la de los buñuelos de bacalao y langostinos con alioli de ajo negro. Una esponjosa fantasía de bacalao suave -ya sabemos que el desalar parece fácil pero no siempre lo es visto lo que dan en otros restaurantes-, que se queda en el paladar con la firmeza del langostino y te lleva a la gloria.
Luego viene el risotto, en esta ocasión de setas de temporada con espuma de foie y cebolla crujiente. Se agradece que el punto del arroz sea ‘al punto’, y que no nos estemos comiendo un arroz caldoso de setas. El grano conserva la entereza y el sabor que desprende es de un buen guiso. Para continuar, la bomba de solomillo de cerdo ibérico rellena de queso de cabra y cebolla caramelizada con salsa de amaretto y soja. Una barbaridad, la sublimación de la tan española albóndiga.
La continuación es la de los tacos mexicanos -por ponerle un toque internacional a la propuesta- , que son de secreto ibérico en salsa de mole, cebolla morada y crema a las finas hierbas. Ojo a esto, porque os recomendamos que lo pidáis como colofón a la parte salada de vuestra comida. Pican, porque son mexicanos. Y por ello quizá nuestro paladar poco acostumbrado se encuentra en dificultades para saborear al 100% el siguiente plato.
El final es para una de las recomendaciones de la semana, algo arriesgado porque aquí no hay moderneces que valgan, sino la técnica a la hora de elaborar un buen guiso. Por eso nos dejamos recomendar, y pedimos los judiones con langostinos y chocos, en cuya salsa podrías quedarte a vivir tranquilamente. Untuosa y con sabor a cocina de madre, la propuesta es más que apetecible para cerrar el almuerzo. La única pega es que no nos trajeran las suficientes cucharas para disfrutar de este plato y tener que comerlo con tenedores.
Pero nosotros habíamos venido a Velouté a probar la tarta de avellanas. Y madre mía. Avellanas enteras enterradas en un chocolate cuidado coronado con toffee y protegido por una masa contundente de mantequillas y harina al estilo de las quiches. Salimos de allí con el ansia satisfecha y el estómago agradecido. Sin duda, y a pesar de que no es una novedad en el distrito, una de las joyas gastronómicas de Nervión.