San Roque se cita hoy con el rito más antiguo del distrito

El 2 de julio es día grande en San Roque. La corporación municipal renueva el Voto de Gratitud al Cristo de San Agustín.

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Si hay una tradición que supera, y por mucho, a esa edad relativamente joven que tiene la mayoría del distrito, esa es la de la renovación del Voto de Gratitud. No en vano hay que remontarse hasta el siglo XVII para revivir el momento en el que la ciudad, asolada por una plaga de peste letal, se encomendó al Cristo de San Agustín para que la epidemia llegara a su fin.

En estos tiempos de pandemia parece que este rito se ha vuelto más actual que nunca, y esta tarde a las 20.00 la corporación municipal se presentará ante el crucificado en la Parroquia de San Roque para renovar su agradecimiento. La renovación del Voto de gratitud es un gesto que el consistorio tiene con la advocación que salvó a la ciudad de Sevilla en uno de sus peores momentos.

Cada 2 de julio, representantes del ayuntamiento asisten a San Roque para dar gracias, un año más, por la intercesión del crucificado ante el dolor de la ciudad. Este viernes a las 20.00 la corporación municipal asistirá a San Roque para renovar el voto de gratitud por la extinción de la epidemia de peste que destrozó Sevilla en 1649.

La historia de una devoción de siete siglos

Dicen que fue en 1314, hace ahora siete siglos, cuando apareció aquel misterioso crucificado. De estilo románico, aquel crucificado fue trasladado por entonces al Convento de San Agustín, que hoy se encuentra en absoluta ruina en la calle San Alonso de Orozco, en el barrio de San Roque. Allí los agustinos lo convirtieron en su devoción principal y aquel cristo de corte castellano comenzó a recibir culto, llegando a convertirse en la devoción más importante de la ciudad. De hecho, el Cristo ha salido de manera extraordinaria a lo largo de su historia para, por ejemplo, paliar las épocas de sequía en la ciudad.

No son pocas las referencias a aquel crucificado que decían que despertaba un fervor como el que luego despertaría el Gran Poder. Incluso la historia nos dice que en el siglo XV el Corregidor de Sevilla, Diego de Merlo, habría solicitado a los Reyes Católicos levantar un templete en el que se custodiara una cruz de piedra en forma de calvario para venerar al «icono de Cristo más venerado en Sevilla»,  el Crucifijo de San Agustín.

Lo que quizá no saben es que aquel proyecto de templete fue para Diego de Merlo la remodelación del templete que la hermandad de los Negros había levantado en la Cruz del Campo. De Merlo lo transformó en mudéjar y cambió la cruz de madera que estaba en su interior por otra de mármol, firmando su obra en la cúpula por los siglos de los siglos. Aquella nueva cruz de mármol, como se conserva hoy, refleja aquel primitivo Cristo de San Agustín, y en un principio algunas hermandades realizaban estación de penitencia hasta él, antes de que lo hiciera a la Catedral.

Pero lamentablemente hablamos de primitivo porque el fuego de la guerra se llevó por delante aquella talla. Aquel Cristo que llegó a procesionar el Miércoles Santo, que presidió el altar del Convento de San Agustín, que salvó a Sevilla de la peste en el siglo XVII y que fue la gran devoción de la ciudad, ardió con la Parroquia de San Roque en el incendio provocado del 18 de julio de 1936 que acabó con la iglesia.

Hoy solo nos queda la talla de Agustín Sánchez Cid, que fue hecha en 1948 para sustituir a la desaparecida en el incendio. Esta talla sigue siendo venerada, ahora en el Convento de San Leandro tras el cierre del templo de la plaza de Carmen Benítez. Eso sí: San Roque tiene el lujo de tener entre sus titulares a una de las devociones más antiguas y con más historia de Sevilla. Una historia íntimamente ligada a Nervión, de Luis Montoto a San Alonso de Orozco, pasando por el Campo de los Mártires y la calle Recaredo.

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