Era la única forma de desbloquear el proyecto de la antigua comisaría de la Plaza de la Gavidia: cambiársela al Estado por los solares que dejó la Fábrica de Cruzcampo. Los 2.000 metros cuadrados pasarán a manos del Gobierno central a cambio de que la comisaría pueda ser utilizada por el consistorio.
En la reunión de la gerencia ha sido aprobado el acuerdo alcanzado entre el Ayuntamiento de Sevilla y la Gerencia de Infraestructuras y Equipamiento de la Seguridad del Estado (GIESE), para la culminación del procedimiento de adquisición de la antigua comisaría de la Gavidia, enclavada en el número uno de la plaza de la Concordia. Dicho acuerdo se concreta en la cesión a GIESE del derecho de uso sobre una parcela de 2000 metros cuadrados de superficie en el Área de Reforma Interior (ARI) técnicamente denominada DSP-03 (Cruzcampo), en el barrio de Nervión, en tanto que se tramita una innovación del Plan General de Ordenación Urbana (PGOU) y del planeamiento de desarrollo de la zona para propiciar la transmisión en propiedad de la referida parcela. Pero rescatemos la historia de la parcela de la fábrica.
Algunos dicen que Sevilla fue víctima del Efecto Guggenheim, aquella necesidad que sintieron todas las ciudades por tener un edificio singular que hiciera que en el resto del mundo hablaran de ella.
Era septiembre de 2006 cuando Alfredo Sánchez Monteseirín, entonces alcalde socialista de Sevilla, se presentaba en el balcón del consistorio acompañado de cuatro estrellas de la arquitectura: Norman Foster, Jean Nouvel, Guillermo Vázquez Consuegra y Arata Isozaki. Los cuatro arquitectos iban a construir cada uno una torre que crearía un complejo singular y un icono arquitectónico para la ciudad: cuatro rascacielos sobre los tejados de Nervión en los solares de la derribada Fábrica de Cruzcampo. Algunos dicen que Sevilla fue víctima del Efecto Guggenheim, aquella necesidad que sintieron todas las ciudades por tener un edificio singular que hiciera que en el resto del mundo hablaran de ella. Sevilla en aquel momento quería siete edificios singulares: las cuatro torres, el Metropol Parasol, la Biblioteca del Prado de Zaha Hadid y la Torre Pelli. Solo pudieron ser el complejo de la Encarnación y la torre de la Cartuja, no sin quebraderos de cabeza provocados por instituciones, organismos internacionales y colectivos ciudadanos.
Dos años antes, en 2004, ya se había anunciado que estaba a punto de nacer un nuevo barrio: la Cruz del Campo. En aquel tremendo solar vacío tras el derribo de la fábrica -no sin el rechazo de muchos expertos en arquitectura que veían como con la piqueta se iba parte del patrimonio industrial de Sevilla- iban a proyectarse 2.000 viviendas y equipamientos públicos -parque, instalaciones deportivas, biblioteca y centro educativo-, y también un hotel. En esa época también se proyectaba levantar en el solar de la antigua Cárcel de La Ranilla otro buen grupo de viviendas.
Pero llegó la crisis, y aquellos cuatros rascacielos que iban a ser los cuatro gigantes que coronarían Sevilla como en Madrid coronan el skyline las cuatro torres de Chamartín, quedaron relegados a un solo edificio de 23 plantas -unos 100 metros de altura-. En 2011 el proyecto de desmoronó por completo: no habría hotel de lujo en los terrenos. La crisis obligó a rediseñar el proyecto: solo quedaría esa torre de viviendas de 23 plantas y no habría arquitectos de renombre internacional. Luego Urbanismo siguió modificando: en respuesta a las quejas de varias asociaciones, el bloque más alto no podría tener más de 70 metros de altura -16 plantas-.
Ahora, tras la entrega de los solares de Cruzcampo al Gobierno Central -en un plazo máximo de tres años-, descartamos todo gran proyecto urbanístico en la zona. Nada se sabe de los rascacielos, ni de las viviendas prometidas, ni del nuevo barrio ni de los planes para estos solares. Solo que se levantará allí la nueva comisaría, en los terrenos ya en propiedad del Ministerio, y podrá actuarse en la Gavidia.
Miguel Pérez Martín