El 5 de enero de 1939 veinte prisioneros, entre 25 y 40 años, procedentes del campo de concentración de Deusto (País Vasco) llegaron a la Real Fábrica de Artillería de Sevilla, adecuadamente custodiados, para trabajar en los talleres de forja y montajes, como consecuencia del aumento de la población reclusa a medida del avance de la Guerra Civil.
Realizaban la misma labor, y tenían el mismo horario, que el instaurado para los obreros, sin embargo recibían como retribución el mismo jornal diario que un soldado por ser calificados como personal militarizado, con la diferencia de estar sometidos a un riguroso servicio de vigilancia y custodia, semejante al de los campos de concentración. Al finalizar la jornada laboral, los presos estaban sometidos a un sistema de internado en campos o depósitos locales de prisioneros, aunque en este caso, por ser tan pocos presos, lo más probable es que estuvieran alojados en la propia Fabrica.
Recibían como retribución diaria una peseta noventa céntimos, pero de este importe se retiraba para su manutención una peseta con sesenta y cinco céntimos, entregándoles en mano los veinticinco céntimos restantes. Sus familiares tenían también derecho al subsidio establecido por Decreto de 25 de abril de 1938 para las familias de los combatientes, por lo que el Director de la Fábrica estaba obligado a enviar a la Inspección de Campos de Concentración una relación nominal de los obreros prisioneros a su cargo.
A causa de la desmovilización industrial al final de la Guerra, y la despedida de todos los obreros innecesarios en las industrias militares, el día 20 de marzo de 1939 la Inspección de los Campos de Concentración solicitó información al Director de la Fábrica acerca de los trabajadores prisioneros de guerra en los que se hubiera observado buena conducta, con el propósito de finalizar su trabajo y ser devueltos al campo de origen. Así, el 6 de mayo de 1939 los veinte presos trabajadores de la Real Fábrica de Artillería fueron traspasados a las fuerzas destinadas para su custodia con el fin de su retorno al campo de Deusto.
Carolina Mayas