A veces los mejores sitios no tienen las vistas más prodigiosas. Estuvimos cenando en Poxao, y esto es lo que nos pareció.
Hay restaurantes que tienen vistas al mar y otros que se alojan en azoteas en las que los monumentos juegan con el atardecer y los tejados. Poxao, en Luis de Morales y frente al Nervión Plaza, no es uno de esos. Pero lo que ofrecen es alta calidad y sabores que te conquistan.
El hijo pequeño del grupo ‘El Traga’ no se ha venido abajo, sino que propone una serie de platos para conquistarte, te guste lo que te guste. En esta ocasión decidimos empezar con verdura. Aunque no es una verdura al uso, ni de las que encontramos habitualmente en el mercado.
El primer plato son Berenjenas chinas fritas con agridulce de piña y almendra frita. No son unas berenjenas de las que estamos acostumbrados a comer, sino que tienen la forma de un calabacín estrecho y poseen un color lila muy llamativo. La piña le da un toque equilibrado de dulzor y las almendras ese toque crujiente y oleoso que le viene estupendo a las verduras.
Para continuar elegimos algo que puede sonar más tradicional, los Huevos rotos y trufados con foie. Mira que habremos comido revueltos en la vida, mira que nos gusta una patata y un huevo… pero esto es diferente. La trufa lo impregna todo, llevándonos a la dehesa y a un otoño que nos parece tan lejano en pleno julio… El revuelto es, sencillamente, excelente. Podríamos comernos tres bandejas más y, probablemente, pediríamos una cuarta.
Pero hay que seguir con la cata, y elegimos entonces el Pulpo asado con mojo tostado y papas arrugás. El pulpo está perfecto de cocción y su carne, blanca como uno esperaría. El mojo tostado es una delicia y un acompañamiento ideal para este cefalópodo braseado. Las patatas, que parecen de juguete, están muy bien cocidas y sirven para llevarse a la boca las últimas cucharadas del mojo tostado.
Por último, había que probar una carne. Pedimos la Pluma ibérica a la brasa, parmentier de cajún y almendra frita. La carne está en su punto y el acompañamiento hilvana perfectamente el discurso del plato. La parmentier tiene esos sabores intensos de la América más mestiza y las almendras fritas nos llevan a aquella infancia, no tan lejana, en la que íbamos con el cartuchito por la calle saboreando una de esas joyas sencillas que tiene la vida.
Con una ronda de copas a posteriori, nos salió por unos 30 euros por cabeza. El producto era estupendo y la cocina, creativa y sabrosa. Es justo pagar el talento. Una cena agradable en el corazón de Nervión sin nada que envidiarle a algunos fanfarrones de más allá de la muralla.