Se encuentra enclavado en una de las grandes zonas residenciales de nuestro distrito. A un paso de Ramón y Cajal, Fernández de Ribera, cerca de grandes colegios con miles de alumnos y tocando Marqués del Nervión. Aún así, el Parque Federico García Lorca, vulgo ‘de la Telefónica’, parece no ser asunto de nadie. Cada día es maltratado y algunas de sus zonas parecen olvidadas por las empresas municipales.
Como un espejismo, esa nueva pasarela de losetas que cruza el parque de un extremo a otro y que está en esta zona verde desde hace solo unas semanas, luce remozado en un entorno por el que parece no haber pasado el tiempo. Con más de 30 años de vida, este parque fue en su día un icono de esfuerzo vecinal, como muestra un monolito piramidal plateado en la zona cercana a los columpios, en el que se recuerda a los vecinos que participaron en la plantación de los árboles y arbustos que hoy pueblan el parque.
Pero más allá del monolito, del bullicioso bar que encierra y de los coloridos columpios, en las demás zonas no es oro todo lo que reluce. A la hora del recreo cada día es el lugar elegido para pasar el rato por parte de los alumnos de los institutos cercanos. En la pérgola de hormigón y los bancos que rodean el parque pasan la media hora de descanso. Tras esa media hora, el parque ya tiene a las 12 de la mañana un reguero de bolsas de pipas, patatas y latas, además de papeles que envolvían bocadillos desparramados por el suelo.
No mejora el aspecto un sábado a las diez de la mañana, cuando varios adolescentes ya están en las citadas pérgolas con litronas y las mochilas dejadas a un lado. No cambia la situación mucho a las cinco de la tarde de un domingo. A esa hora, aún se pueden ven las bolsas y botellas del botellón de la noche pasada repartidas por los alrededores de los bancos, escondidas con poca habilidad tras los matorrales. Y en el momento en el que lo recorremos con la caída del sol, mientras las familias disfrutan en la zona de columpios, al otro lado del parque un grupo de unos días veinteañeros beben a plena luz del día, mientras litronas y botellines se reparten por el suelo del parque y, algunos, desafiantes y en pie sobre el asiento de los bancos. Hay que recordar que frente a una de las puertas del parque, en la calle Federico García Lorca, la Policía Local tiene una sede.
Un pasado de olvido y plagas
Los vecinos de los bloques aledaños, con el paso de los meses y los años, se han acostumbrado a que los problemas que atañen al parque no tienen ya arreglo. Nadie va a venir a atender las necesidades. Recordemos echando la vista atrás que las ratas y ratones por los que en estos días se están cerrando zonas verdes como el Parque de los Perdigones, ya fueron problema años atrás en este parque, donde no pocos vecinos vieron con descaro a los ratones correr por la parte central del parque e incluso serpentear por la parte superior de la valla que lo cerca, entre los barrotes.
No es la única afección de este parque. Cada verano, cuando la tranquilidad vuelve a las calles con la cercanía de la medianoche y el cierre de los bares, raro es el día que no se ven las cucarachas cruzar las aceras procedentes del interior del parque o en dirección a él. También debemos recordar que el año pasado un colectivo vecinal denunció una plaga de pulgas en este parque que afectó a perros y personas.
A esto hay que sumar desperfectos estructurales como la rotura de los muros que rodean los parterres en la zona de Marqués del Nervión, en parte derribados y cuyos cascotes llevan allí desde hace años sin que nadie se acuerde de ellos. A su lado, en las esquinas se acumulan las hojas secas que van formando montañas de residuos que, con las lluvias, se vuelven una masa que queda adherida al suelo haciéndolo resbaladizo. Y la verja, instalada hace unos años para proteger el parque, se encuentra vencida por el lado de la calle que da nombre al parque, desplazándose hacia el interior y afectando al acerado de la calle externa.
Miguel Pérez Martín