Los vecinos de los barrios de la Buhaira, Viapol, Huerta del Rey, Nervión, San Bernardo y aledaños han comenzado una campaña de recogida de firmas para que no cierren el Centro de Salud de Huerta del Rey, que atiende a una población de 15.000 personas y cuyo desmantelamiento ha sido anunciado por el distrito sanitario.
Los vecinos de Nervión han podido encontrar en sus buzones un documento que dice cómo después de 36 años de funcionamiento, «el SAS ha decidido cerrar nuestro centro de salud en junio de 2013 y repartir al personal y a los usuarios atendidos entre los centros de salud de Mallén (que también atiende a otros 15.000 ciudadanos), Palmeritas y Porvenir». El documento resalta que «este cierre supone una discriminación intolerable al alejar el punto de atención sanitario de la mayoría de usuarios en una zona urbana donde la tasa de pacientes mayores de 65 años es superior al 25%», especialmente en las zonas de Eduardo Dato, Huerta de la Salud, Buhaira y San Bernardo.
Este cierre supone el tercer anuncio de clausura de infraestructuras sanitarias en la ciudad desde noviembre. Primero se cerraron las consultas que había en la calle Gonzalo Bilbao y el 18 de marzo se clausurará el centro de la calle Tarifa, junto a La Campana. Estas medidas forman parte del plan de ajuste de la Consejería de Salud de la Junta de Andalucía, defendiendo que el ahorro vendrá principalmente del alquiler que se pagaba por el edificio. En el caso de Huerta del Rey el alquiler es de renta antigua, por lo que dista mucho del que se pagaba en La Campana (casi 866.000 euros). Según ha podido saber Nervionaldia.com, el contrato de alquiler de estas instalaciones vence en diciembre.
En el Centro de Salud de Huerta del Rey trabajan 8 médicos, 3 administrativos y 6 enfermeras (en cuanto a personal titular), y lleva activo desde hace casi cuatro décadas en Eduardo Dato. Hace años se prometió que se construiría un nuevo centro de salud que sustituyera a estas dependencias en el solar que hay en la confluencia de las calles Barrau y Camilo José Cela, pero el solar sigue vacío.
Miguel Pérez Martín