Es tiempo de parques, y cada fin de semana los nervionenses salen a la calle con el buen tiempo para disfrutar del sol. Pero mientras el parque Blanco White, los parterres de Artillería o la Avenida de Málaga lucen una flora llena de vida, los jardines olvidados de la Plaza de la Libertad frente a Santa Justa o el proyecto del gran parque de La Ranilla esperan su turno entre hojas secas.
Los vecinos de la zona norte del distrito lo pidieron y denunciaron. El parque que se levantó en el entorno de las vías de los trenes frente a Santa Justa está muy desmejorado. Zona de botellón, las botellas y los cristales rotos se acumulan en las escaleras y en las zonas arboladas, a pesar de la cercanía de los juegos infantiles. Algunas papeleras están vencidas y parece como si nadie hubiese pasado a vaciarlas desde hace días, pues están a rebosar. Las escaleras que suben a la pasarela están rotas y la propia pasarela, con plataforma metálica, vencida -se convierte en un canal cuando llueve-.
Cerca está el parque recién bautizado como Blanco White, según comunicó la delegada de distrito en el último pleno de la junta. Ayer se realizaban obras de adecentamiento, poda de los árboles y recogida de ejemplares enfermos y de las hojas secas. Tras una solicitud de los vecinos, la medida se acometió de manera urgente. Más allá, bajando hacia San Bernardo por Jiménez Aranda, podemos encontrar los parterres delante de Defensa y la cerrada Fábrica de Artillería. Sí que están cuidados estos parterres con diversos ejemplares y césped, al igual que las jardineras de la mediana de San Francisco Javier y Luis de Morales, quizá por ser una zona de paso muy visible.
Ese es el mismo motivo por el que el Distrito Nervión ha instalado recientemente unos maceteros metálicos color cobre en las isleta de la Avenida de Málaga, casi llegando a Menéndez Pelayo. Allí se han instalado coloridas especies vegetales por ser «una zona muy transitada por vecinos y turistas», casi en el límite con el centro y los Jardines de Murillo.
Al otro lado del distrito, frente al centro comercial Los Arcos, los vecinos del solar de la antigua cárcel de La Ranilla siguen esperando el parque que se les prometió. Las plantas crecen salvajes dentro del recinto vallado por alambradas desde hace años. El Centro Cívico ha comenzado a funcionar, pero del parque aledaño que pondría en valor la cárcel y daría a miles de vecinos una zona verde sigue como un esqueleto. Las puertas de entrada, colosales para un parque municipal, siguen cerradas y a medio terminar mientras los vecinos que quieran llevar a sus hijos a un parque deben caminar hasta los parques infantiles del interior de Ciudad Jardín o el Parque de la Buhaira.
Este último sí que goza de buena salud. Desde que se pusieran en valor los jardines del palacio, cortados por la avenida del mismo nombre, San Bernardo y la Buhaira tienen un parque de primer orden con el espíritu de los jardines árabes. Presencia de fuentes, rumor de agua y vegetación que aporta mucha sombra bien por la frondosidad de las palmeras o por las abundantes y pobladas pérgolas. Y un centro cívico en su interior con programación estable.
Y para terminar el otro parque del barrio de Nervión: el de Federico García Lorca, en el cruce de Fernández de Ribera con Marqués del Nervión. A pesar de su extraña distribución y el predominio del albero por encima de las zonas de césped y las espesas arboledas, tiene una zona infantil, zona para perros y muchos bancos, sobre todo en la zona de naranjos que da hacia Marqués del Nervión. Un parque no para ir a merendar, pero sí útil para llevar a los niños, sobre todo desde que se comenzara a cerrar el parque de noche y se eliminara de la lista de zonas de botellón que a veces dejaba la zona de columpios llena de colillas, basura y botellas las mañanas del fin de semana, cuando los padres llevaban allí a jugar a sus hijos.
Miguel Pérez Martín