La resistencia de Nervión: aquel 19 de julio de sangre y fuego

Mucho se ha hablado, largo y tendido, de la defensa de los barrios de la Macarena y Triana en la toma de Sevilla por Queipo de Llano. Pero en Nervión, un grupo de valientes con apoyo de los barrios del Cerro y Amate plantaron cara a las ametralladoras en el entorno de la Gran Plaza.

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Queipo de Llano tomaba Sevilla. Las explosiones de la Plaza Nueva sonaban en toda la ciudad, y en lo que entonces eran los límites de Sevilla, el pueblo cerraba los postigos ante lo que pudiera venir al entonces barrio más joven. Los barrios más apartados se pusieron en marcha, y los vecinos de Amate y El Cerro empezaron a organizar la resistencia.

Aquel 19 de julio, un día después de que Queipo de Llano comenzara a expandir su poder sobre Sevilla, los vecinos de Amate y El Cerro querían defender sus barrios. Por ello bloquearon el paso a Hytasa desde la carretera del Matadero Municipal, al final de Ramón y Cajal, cortando árboles que les sirvieran de barricadas, y establecieron un puesto de acceso en la zona de El Juncal.

Mientras, en el número 98 de las colectivas de Ciudad Jardín, apostaron a tiradores en las ventanas más altas para atacar el cuartel de la Guardia Civil y donde hubo fuego cruzado con los agentes. Mientras tanto, la faceta más radical de los insubordinados entraban por la fuerza en la Parroquia de la Concepción para destruir todo lo que encontraban a su paso, destruyendo los retablos una imagen del siglo XVIII de Felipe de Rivas o el sagrario de plata del fabuloso orfebre Cayetano González. En la parroquia del barrio de El Cerro sucedía lo mismo, como la noche anterior había sucedido en San Roque y San Bernardo. En la plaza de Carmen Benítez, mientras la iglesia ardía con todas las imágenes dentro, se bailaban y cantaban pasodobles amenizados por una charanga. En San Bernardo, se sacaron las imágenes a la calle para destrozar al original Cristo de la Salud, con cuya cabeza dicen que jugaron los niños al fútbol, y prender fuego a la Virgen del Refugio y su manto, entre otros enseres que se perdieron para siempre. A la mañana siguiente, Queipo de Llano tiroteó hasta la muerte a los autores a las puertas de la Fábrica de Artillería.

Aquel 19 de julio, la resistencia de la Sevilla oriental se organizaba para marchar hacia el centro y frenar el paso de las fuerzas de Queipo. Uniéndose vecinos de Ciudad Jardín y Nervión, consiguieron llegar hasta más allá de la Gran Plaza. Allí los recibieron los soldados enviados por el nuevo alcalde Ramón de Carranza, donde las ametralladoras consiguieron hacer retroceder a los vecinos organizados hasta más allá del Tamarguillo, liberando las inmediaciones del cuartel de la Guardia Civil de Ciudad Jardín. Por el camino y mientras los demás huían, perdió la vida un hombre llamado Juan Márquez, que derramó su sangre y el último aliento en la Gran Plaza.

Tras este momento y tras pasar por el polvorín de Santa Bárbara de El Cerro, donde hicieron acopio de pólvora para fabricar bombas caseras, decidieron volver a intentarlo. Pero era imposible cruzar el Tamarguillo, más aún cuando el 22 de julio la caballería y las fuerzas de asalto se hacían con el control del arrabal de San Bernardo. Aquel mismo día, la poca resistencia que habían conseguido mantener en la Gran Plaza se fue al traste. Ya solo podían retroceder.

A los barrios de Nervión les quedaba aún mucho que sufrir. A partir de aquel 23 de julio comenzaron las detenciones y los fusilamientos, que en barrios como La Macarena o Triana dejaron los barrios medio desiertos. No era solo aquella Prisión Provincial de La Ranilla en la que los presos se hacinaron durante décadas, sino también algunos fusilamientos como el que se produjo en pleno Ciudad Jardín el 31 de agosto de 1936. Los golpistas quisieron repartir los fusilamientos por los distintos barrios de la ciudad a modo de advertencia para que no hubiera insurrecciones.

M.P.M.

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