En una tarde de cielos nubosos las puertas del almacén de los pasos de la Hermandad de San Roque volvieron a abrirse. Pasadas las seis de la tarde, la juventud de la hermandad tomaba las calles de su barrio para recorrerlo de punta a punta con su Cruz de Mayo.
Jóvenes capataces, costaleros que son casi chiquillos y mucha ilusión: esos fueron los protagonistas de esta tarde en la que hubo emoción, pero también mucha nostalgia. Incluso al pasar por la plaza de Carmen Benítez, ante la iglesia de la corporación con la fachada cubierta de andamios, se recordó en una levantá ese deseo de todo hermano de San Roque de volver cuanto antes al templo que le da nombre a la hermandad.
Una tarde de alegría y de reencuentro con un barrio que parecía más vivo que nunca, quizá por el buen tiempo o por ese tímido despertar que ha protagonizado la calle Amador de los Ríos y que está llenando de vida el barrio.
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Miguel Pérez Martín