Visitamos Hummo, la nueva apuesta del grupo Burro Canaglia en el arrabal de San Bernardo. Un horno de brasas que no se apaga nunca.
El grupo Burro Canaglia está realizando una rápida expansión por la ciudad desde que abrió su restaurante en la antigua fábrica de La Casera de Luis Montoto a toda máquina. Su última apuesta en nuestro distrito supone un giro en su manera de enfocar la oferta gastronómica, y Hummo (junto a la Estación de Cádiz, en Juan de Mata Carriazo) es una brasería con un toque moderno en un local de decoración cuidada y con la madera como protagonista.
Llegamos a Hummo seis personas, previa reserva, y nos acomodan en una mesa entre maderas antiguas y nuevas, con luz íntima y cálida. ¿Quieren comenzar con un cóctel? Los demás de la mesa prefieren la cerveza (tienen una carta de internacionales y no las típicas que encontrarías en un bar de siempre), yo me animo con un vermú. Mientras, decidimos qué pedir de la amplia carta, que va desde arroces hechos a las brasas a un amplio catálogo de carnes y verduras al calor del carbón. El servicio es atento sin ser cargante, presto aunque el restaurante esté a rebosar. Punto positivo.

Decidimos empezar por las ‘Bravuconas’, su versión de las patatas bravas. Aquí mezclan las patatas con boniatos «rotos» a modo de chips, y el pique es cortesía de la harissa. ¿Pican? Pues sí que pican, claro. No entiendo a la gente que piden este tipo de platos y esperan que no les arda el paladar. Eso sí, las cervezas se vacían a la velocidad del rayo. El veredicto es claro: teníamos que haber pedido dos.

Seguimos con otro entrante, en este caso el aguacate a la brasa. Está hecho a las brasas, por lo que el interior de este producto ha perdido un poco de esa oleosidad -que en mi caso, se agradece-, y viene coronado con daditos de un lomo de atún rojo salvaje, que ha sido tratado como un ceviche. Muy rico, aunque la cantidad nos sabe a poco -cosa que puede ser culpa nuestra por no haber pedido lo suficiente-. La leche de tigre la ponen aparte, aunque en mi caso no la echo de menos.
El último entrante es la cuqui ensaladilla. Ya sabemos que por una ensaladilla (igual que por unas croquetas) puede compararse bien un restaurante. La llamamos cuqui porque es muy delicada, suave y también chispeante. La hacen con patata rosa y descargamento de atún rojo, y le dan el ‘punch’ con la marinada de cítricos del pescado. Por lo demás, poca cosa rara en la ensaladilla en contrapunto con otras que pecan de exceso de ingredientes y que parecen más una macedonia.

Pero vamos al turrón. Llegan las carnes. Decidimos probar dos, y la primera de ellas es la chuleta de 600 gramos de vaca limusina. En Hummo tienen una peculiaridad para marcar la diferencia, y es que apuestan por la maduración de las carnes durante semanas antes de pasarla por las brasas. En este caso, hablamos de 45 días de maduración, y el sabor de la chuleta es intenso, con ese aroma del carbón que nos lleva a un verano que este año ha sido de barbacoas en petit comité; y la carne tierna y jugosa.
La segunda carne elegida es el solomillo de 220 gramos de Black Aberdeen Angus, una pieza compacta que también ha estado 45 días madurando a la espera de pasar por las brasas. Para mi gusto, mejor que la chuleta. El interior tierno y al punto, la jugosidad mantenida y buen sabor. En Hummo también te permiten elegir las guarniciones entre dos ensaladas, patatas artesanas o pimientos de Padrón.

Y llegan los postres. Pedimos un tríptico: Tarta de queso payoyo al horno con agua de rosas, Tarta mousse cremosa de dos chocolates con helado de chocolate blanco y Tarta de milhojas de galleta con capa de cremoso de chocolate y vainilla de Tahití. ¿Personalmente? Me quedo con la de payoyo, porque sabe a queso y no a azúcar como saben muchas otras modalidades de esta tarta. Y sabe a queso payoyo, una delicia cremosa de la que podrías comer eternamente.
Una más que grata experiencia para una noche con amigos en torno a la mesa, el disfrute de una comida especial y cuidada en un local realmente bonito y una apuesta diferente para un barrio de San Bernardo que se está rejuveneciendo a través de una oferta gastronómica cada vez más sugerente. Si tiene que haber canallas, que sean como estos.
