Huerta del Rey, el burdel homosexual al aire libre del Siglo de Oro

En una era en la que la sodomía (como era conocida despectivamente entonces la homosexualidad) estaba penada con la hoguera, el paisaje boscoso de la Huerta del Rey se transformó en un burdel clandestino. Allí, los adinerados buscaban un rato de sexo a cambio de favores con jóvenes e incluso niños que vagaban por las calles de una Sevilla empobrecida. Pero también era el lugar en el que los hombres atraídos por otros hombres podían dar rienda suelta a sus pasiones lejos del yugo de la Inquisición que tomaba la ciudad.

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Desde la antigua Huerta del Rey, la frondosa extensión vegetal que rodeaba el Palacio de la Buhaira, podía verse en el horizonte el quemadero inquisitorial del Prado de San Sebastián. Cuando brotaba humo negro junto a las murallas del Alcázar, la ciudad sabía que la página más negra de la Iglesia se había cobrado otra vida. Era por entonces esta zona una plantación de olivos propiedad de la familia Ribera, la poderosa dinastía que había levantado la Casa de Pilatos, y cuyo aceite se usaba para elaborar jabones que se fabricaban en las Reales Almonas de Triana y que se exportaban a medio mundo.

Entre aquellos olivos y arbustos, antaño jardines de la residencia veraniega del rey poeta Al-Mutamid, se daban cita aquellos a los que la sociedad había dicho que su condición sexual era «anti-natura», como se recoge en documentos de la época en la ciudad. Pero no vestiremos de idilio bucólico lo que, en parte, fue también un lugar de mercadeo carnal de los poderosos de la ciudad que buscaban en la frondosidad de estos terrenos algún jovencito con el que mantener relaciones sexuales a cambio de unas monedas o algo de alimento.

Alfonso Pozo, en su página ‘Alma Mater Hispalense’, describe cómo se realizaban estos encuentros en aquellos tiempos en la zona de la Huerta del Rey. «El lugar más habitual de la actividad en Sevilla eran la Huerta del Rey y las casas de juego del Arenal, por donde merodeaban los putos ‘agentes’ o ‘pacientes’, como se les llamaba entonces. A muchos se les distinguía por sus vestidos, pinturas y afeites, otros permanecían en la clandestinidad», explica Pozo. Según añade allí desaparecían las clases sociales, y los que regentaban el lugar en busca de jóvenes para saciar sus deseos a golpe de talonario eran desde nobles y ‘políticos’ a clérigos o marineros, y sin distinción de raza, estatus social, profesión o procedencia.

Los que llamaban ‘mariposas’

Los testimonios más importantes sobre la homosexualidad y las condenas por lo que llamaban «pecado nefando» en Sevilla, que estaba focalizado sobre todo en la penetración anal y que consideraban a la misma altura que el sexo con animales, son de Pedro de León. Era este hombre un clérigo jesuita que estuvo 38 años como confesor de la Cárcel Real (actual calle Sierpes), y que escuchó durante ese tiempo a muchos sentenciados a muerte de finales del siglo XVI y principios del XVII.

En la recopilación que hizo de su vida en forma de memorias, habla de estos detenidos por la entonces llamada sodomía como ‘mariposas’. En la serie ‘La Peste’, el personaje Luis de Zúñiga encarnado por Paco León, parafrasea al confesor de la cárcel diciendo: «¿Sabes por qué os llamamos mariposas? El fuego atrae a la mariposa. La mariposa, tentada por la atracción de la llama, vuela adelante y atrás, acercándose cada vez más y más al fuego. Como un baile. En un primer vuelo, la mariposa revolotea alrededor de la llama y solo se quema un ala. Pero la tentación del fuego es demasiado grande, vuelve, no puede evitarlo, es su condición. En un segundo vuelo, la mariposa revolotea tan cerca que se quema del todo. Desaparece« .

Nobles, proxenetas y jóvenes prostitutos quemados vivos

Tanto en la Biblioteca Colombina que custodia la Catedral de Sevilla como en el compendio escrito por el confesor de la cárcel, encontramos casos concretos en los que se habla de la Huerta del Rey como el lugar de encuentros entre prostitutos y hombres de alta alcurnia. Pozo habla del caso de Diego Maldonado: «Don Diego Maldonado, que pertenecía a una religión de un hábito de Italia, donde se le debía de haber pegado la lacra, andaba siempre con mocitos galanes y convidándolos a meriendas, y a las huertas, y tal se encontró con uno a quien convidó a merendar en la Huerta del Rey. Estando debajo de la higuera comiendo higos, después de algunas palabras tiernas y amorosas, descompúsose él a quererle besar y pedirle que le dejase hacer su gusto con él, a lo cual el mozo dio voces diciendo: ¡al punto! ¡que me quieren forzar!, y cosas semejantes«. Otro caso referido y que se encuentra en la biblioteca catedralicia es el del noble Alonso Téllez en 1597. Fue detenido acusado de asesinar a su esposa y por mantener relaciones sexuales con su paje, algo que los dos pagaron con su vida en la hoguera.

Una amplia red es la que se relata también en el artículo, en el que se habla de proxenetas que gestionaban esta amplia red de prostitución masculina al servicio de hombres adinerados o notables de la ciudad, incluyendo en algunos casos menores de edad con los que se mercadeaba en los terrenos que hoy componen el centro del Distrito Nervión. Se habla de nombre concretos de ajusticiados a los que, además, se les confiscaban sus bienes y eran conducidos hasta el quemadero a pie por las calles de la ciudad, como cuenta Federico Garza en Quemando mariposas. Sodomía e imperio en Andalucía y México siglos XVI-XVII. Lamentablemente, el incendio de la Real Audiencia de Sevilla y la pérdida de su archivo nos ha dejado con muy poca documentación sobre este tema.

Un lugar lejos de los ojos de los tribunales

Pero no todo era una red de prostitución y pederastia. También era la Huerta del Rey un lugar alejado en el que los hombres que se amaban o atraían entre sí podían verse lejos de los ojos de los tribunales de la ciudad -Audiencia, Inquisición y Casa de la Contratación, donde se juzgaban y castigaban los casos de homosexualidad que se daban en las galeras, mar adentro-. Aún así, corrían el riesgo de ser pillados, ya que en la época la singularidad de esta zona era ampliamente conocida por los sevillanos, como relata Fernández de Oviedo en sus ‘Batallas y Quinquagenas’, que califica la Huerta del Rey como «hermosa y provechosa», haciendo una referencia maliciosa al encuentro de homosexuales en estos terrenos.

La pena de muerte para los homosexuales duró siglos, y hay casos singulares de días concretos que fueron terribles, como un día de abril de 1600 en el que fueron quemados vivos en Sevilla 15 hombres. A partir de 1630, el fuego dejó de ser el que consumiera a los condenados, pero en el Prado se instaló algo no menos aterrador: la horca. En la que herejes y los entonces llamados ‘sodomitas’ dieron su último aliento de terror con vistas a las murallas del Alcázar.

M.P.M.

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