Son el elemento decorativo por antonomasia de Sevilla, heredero de la tradición del pueblo árabe, gloria de una Al-Ándalus floreciente que transformó la ciudad para siempre. Os proponemos un viaje por la historia de Sevilla a través de esta loza vidriada que recoge la identidad sevillana y que está repartida por toda la ciudad, en cualquier esquina.
Plaza de España
Cuando Aníbal González recibió el encargo de hacer el monumento de la Exposición Iberoamericana más deslumbrante, no dudó que el azulejo debía ser una piedra angular que convirtiera aquella plaza en un monumento para la posteridad. Todo en la Plaza de España es un derroche de fantasía sevillana, y tras la restauración, los azulejos han recuperado un esplendor que nos devuelve a 1929. Con ayuda de maestros valencianos hizo González esta obra maestra. Aquí pueden perderse durante horas. No duden en hacerlo.
Casa de Pilatos
El palacio de la Casa de Medinaceli es una joya arquitectónica de la ciudad. Y en su interior se guardan azulejos de un valor incalculable. En esta casa están por todas partes: en los quicios de las puertas, en las escalinatas, en los zócalos y en las ventanas. Azulejos para un palacio que representa la casa de Poncio Pilatos en Jerusalén, pero con un toque sevillano que la hace incomparable. Tómense su tiempo, porque hay demasiado que ver en este sitio.
Reales Alcázares
En el caso del Alcázar, no solo es que los azulejos cubren sus paredes, sino que tras sus muros se aloja la exquisita Colección Carranza de forma permanente. A los murales encargados por Pedro I el Cruel para su palacio, que abarrotan los zócalos y se complementan con las yeserías y los artesonados configurando una obra de arte total, hay que sumarle la colección expuesta, formada por 171 piezas que abarcan desde los siglos XII al XX. En cajas está metida parte de la colección, que irá a parar al Museo de la Cerámica de Triana cuando este abra sus puertas.
Cerámica Santa Ana
Si quieren saber dónde empieza todo, el taller de Cerámica Santa Ana en la calle San Jorge ha vuelto a abrir sus puertas hace poco. No se pierdan el origen de la cerámica trianera en un entorno de trabajo artesanal que solo puede revivirse en el arrabal. Una joyita.
Iglesia de San Benito
En el barrio de La Calzada, en Luis Montoto, merece la pena pararse adentrarse en la Parroquia de San Benito para contemplar los azulejos de las capillas laterales del altar, en las que reposan los titulares de la hermandad del Martes Santo. Si bien puede que sean los azulejos más jóvenes de la ciudad, pues datan de 2008, este zócalo de Juan Oliver son un prodigio de color. En ellos, se copian pinturas de Murillo y Philippe de Champaigne.
Iglesia de Santa Ana
Los azulejos de la llamada ‘catedral de Triana’ tienen el valor que tienen las obras maestras ancestrales. Son antiguos, muy antiguos, y proceden de las sabias manos alfareras del arrabal. Algunos de finales del siglo XV, merece la pena pararse en la Capilla de San Cristóbal, donde hay un zócalo interesante y muy valioso que ha envejecido con solera.
Palacio de la Condesa de Lebrija
En la calle Cuna encontramos este palacio desconocido para muchos sevillanos, pero que encierra, por ejemplo, mosaicos de Itálica, columnas romanas, hermosas pinturas y, por supuesto, azulejos. Si bien la Condesa de Lebrija gustaba de traerse lo que le gustaba a su palacio, aquí podemos encontrar piezas de azulejo que provienen de conventos como el abandonado de San Agustín, en el barrio de San Roque. Aparte de los azulejos, visiten el palacio completo, es una maravilla.
Hospital de la Caridad
Para admirar la gloria del azulejo portugués no hace falta ni entrar en el edificio. Con ponerse frente a la fachada de su iglesia, podemos trasladarnos a una hermosa estampa sevillanísima pero al mismo tiempo digna de cualquier ciudad portuguesa. El azulejo blanco y azul es especialidad lusa, y aquí encajan a la perfección con la fachada blanca. Dentro, el azulejo deja paso a los maestros pintores como Murillo o Valdés Leal. Lo mejor de los mejores.
Pabellón de Marruecos
Y si hemos dicho que este arte inmortal lo heredamos de nuestros antepasados árabes, qué mejor que acercarnos hasta el Pabellón de Marruecos de la Expo’92 en la Isla de la Cartuja. Aquí vemos azulejos, yeserías, artesonados y mucha geometría, pero con la visión de finales del siglo XX. Fíjense en las fuentes exteriores y anímense a entrar a la hoy sede de la Fundación Tres Culturas.
Fuentes del Parque de María Luisa
Créanme que en las 40 hectáreas de jardines del Parque de María Luisa pueden perderse si lo que buscan es azulejos. Cada fuente, cada templete, cada parterre y cada banco es una muestra del buen hacer de los maestros sevillanos. La fuente de Las Ranas es un buen ejemplo de cómo la cerámica y el azulejo se hermanan, y muestras así hay por todo el recinto. Por mucho que fuera concebido como un jardín francés por un paisajista galo, este parque derrocha sevillanía por los cuatro costados.
Viacrucis de Luis Montoto
Estos azulejos suponen un juego. Salgan de la Casa de Pilatos y diríjanse por Luis Montoto hasta el Humilladero de la Cruz del Campo. En su camino deben encontrar un viacrucis hecho con azulejos en el que aparece representada la Pasión con imágenes de la Semana Santa sevillana. Cuidado, porque están donde menos te lo esperas.
Arco de la Macarena
Y Si la Esperanza de Triana tiene un barrio entero para pintarle azulejos, la Macarena solo tiene un retablo cerámico y está en lo más alto del arco por el que accede a la ciudad cada Madrugá. Cuidado porque lo que tienen ante sus ojos es la única puerta de la muralla que queda en pie en toda la ciudad -exceptuando el Postigo-, no es para tomárselo a broma. Eso sí, el azulejo que corona el arco es de 1923, aunque merece la pena intentar ver los detalles desde abajo, aunque sea algo complicado.
Plaza del Pan
No les pasará desapercibida esta casa que hace esquina entre la Plaza del Pan y Puente y Pellón. En ella hay tantos estilos arquitectónicos que sería injusto decir que es una muestra de regionalismo puro y duro. La tienda y casa concebida por Espiau y Muñoz -autor del Hotel Alfonso XIII- para el empresario de tejidos Pedro Roldán es una joya por dentro y por fuera. El predominio del azulejo lo acerca a la línea de Aníbal González.
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Miguel Pérez Martín