El sastre que vistió a Dios de blanco

Señor de San Roque con la túnica blanca

Era el sastre de clientes distinguidos como el Gran Poder, del Señor de Pasión y del de San Roque. Tenía en sus manos unas medidas exclusivas y secretas que hacían andar a la talla más inmóvil. De su aguja salieron las túnicas más sencillas, pero también las más mágicas. Este mayo hace diez años que ‘Petete’ Cerezal le regaló al Señor de Las Penas una túnica blanca que solo hace diez primaveras se puso.

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El sastre de Dios murió el pasado diciembre y, aunque su nombre era José Eduardo Delgado Pérez-Cerezal, todo el mundo lo llamaba ‘Petete’. Su historia está ligada hilván a hilván a la cofradía de San Roque, de la que era hermano y camarero de honor. Cerezal era el único que conocía las medidas del Señor de Las Penas: guardaba el secreto en su taller de la calle Cuna,  como el que guarda un preciado tesoro, y por eso tuvo el honor de vestir la talla durante 24 años, hasta que la enfermedad le obligó en 2011 a cederle el testigo a su hijo Josele.

Casado con su única novia, a la que conoció cuando eran solo unos niños, recordaba hace unos años cómo su mujer lavaba las túnicas con cariño, convirtiendo en algo de dos aquello de vestir al nazareno de la plaza de Carmen Benítez. Ella lo esperaba despierto hasta que él llegaba de su diálogo de vestidos en la parroquia. E involucró a toda la familia en aquella labor sagrada de la que solo sabían el Señor de Las Penas y el sastre. Su hijo le tomó el testigo en la tarea de vestir la talla, y su hija aprendió a ser modista de sus propias manos, «haciendo la prueba de la túnica del Señor del Sevilla y del manto de hebrea de la Macarena a mi lado».

Cerezal ante el Señor de Las Penas

Y es que Cerezal era un maestro haciendo túnicas, porque guardaba en sus tijeras la fórmula mágica de ese instante eterno de cada madrugada, cuando el Gran Poder parece que camina en su lento deambular desde la plaza de San Lorenzo. Ese mismo deambular que también llevan las túnicas que hizo para el Señor de Pasión y, por supuesto, para el cristo de San Roque. En una entrevista en El Correo, el sastre decía: «Una túnica bordada no puede tener vuelo, porque parece una ropa de camilla».

A pesar de que estamos acostumbrados a ver al Señor de Menéndez Pelayo con túnica bordada, Cerezal quiso verlo andar, como andaba el Gran Poder. Y por eso hace ahora 10 años le regaló una túnica insólita: ropaje blanco de lana liso para realzar una talla morena. «Túnicas ligeras que son como el traje de entretiempo que Cristo se pone para echarse a cuerpo a las calles de Sevilla por la primavera», que recordaba Antonio Burgos.  Aquel mayo el Señor de Las Penas la llevó en su altar, como un detalle, como un agradecimiento a su sastre. Este mayo se cumple una década de aquella estampa.

Miguel Pérez Martín

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