La Hermandad del Cautivo de San Pablo y la Virgen del Rosario ha sido recibida en el mediodía de esta segunda jornada de la Semana Grande de Sevilla por una representación de la cofradía del barrio de La Calzada en el transitar de la primera en su recorrido penitencial a la Santa Iglesia Catedral.
La más tempranera de las nueve hermandades que realizan estación de penitencia en este Lunes Santo se adentró desde su templo, en San Pablo, en el barrio de Nervión, donde una nutrida representación de la Hermandad de San Benito le recibió entre una marea de personas que, sobre las 13:30 de la tarde de este lunes, ya se congregaba en masa para ver el discurrir de esta joven cofradía, así como el saludo protocolario que, desde que fuera recientemente incorporada a la nómina de hermandades que realizan estación de penitencia a la Catedral, esta realiza a los titulares de San Pablo.
Con un pequeño adelanto respecto al horario prefijado (huelga decir que desde su templo en el barrio de San Pablo hasta su llegada al centro de la ciudad, esta cofradía debido a las dimensiones de sus paso no dispone de ningún lugar en el que refugiarse en el caso de lluvia), la Hermandad del Cautivo –como es conocida popularmente- colocaba su cruz de guía frente a la iglesia de San Benito, donde la Virgen de la Encarnación presenciaba todo el cortejo desde su palio, que había sido acercado a las puertas del templo. Tras la cruz, un reguero de nazarenos, entre los que destacaban varias filas de penitentes de muy corta edad, precedía al portentoso trono del Cautivo, que se arrió en la misma puerta para recibir un par de ramos de claveles rojos, así como el saludo por parte de la junta directiva de la cofradía de La Calzada.
Alejándose por la Avenida de Luis Montoto rumbo al centro de la capital, su madre, con la advocación de la Virgen del Rosario, ya asomaba por la intersección Luis Montoto-La Buhaira, desde donde se acercaba con una sinuoso y fino caminar hasta la misma puerta de San Benito. Sin detenerse y con los sones de la Salve Marinera, el palio reviró hasta colocarse de frente a la comitiva que le esperaba, ante la que se arrió para, de nuevo, recibir los pertinentes saludos y la ofrenda de un gran ramo de claveles blancos. Reincorporándose sobre los pies, la Virgen del Rosario retomó su camino para perderse por Luis Montoto tras su hijo bajo un cielo encapotado que amenazaba lluvia, pero que no soltó una sola gota de agua.
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Alfonso González / Miguel Pérez Martín