El Matadero de San Bernardo, ‘El Colegio’ de los toreros

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Encierro de caballistas en el Matadero de Sevilla. 1770

«Todas las semanas llevan dos hatos de flacos animales al gran matadero que está situado entre una de las puertas de la ciudad y el arrabal de San Bernardo. Siempre se reúne en aquel llano un buen número de gente que agitando sus capas y con agudos silbidos logran con frecuencia dispersar la piara y separar a la res más brava para divertirse con ella.

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Es un juego alegre y efectista, y rara vez resulta peligroso cuando lo practican los entendidos. Recibe el apropiado nombre de ‘capeo’. Todos los vecinos del barrio de San Bernardo: hombres, mujeres y niños, son grandes aficionados a él. Pero es en los mismos corrales del matadero donde se entrenan los toreros de profesión bajo la presidencia de un capitular del Ayuntamiento, que suele invitar a sus amigos a contemplar el espectáculo. El matadero está tan admitido como escuela de tauromaquia que se le da el apodo de Colegio«.

Así describía Blanco White el matadero de San Bernardo, a las puertas del arrabal y en el lugar donde hoy se alzan la Diputación, el Mercado y el puente; en sus ‘Cartas desde España’, que fue publicando en un diario inglés desde 1821. El matadero de San Bernardo dio lugar a la primera y excelsa escuela de toreros del mundo, y del cercano arrabal salieron las mejores espadas de la historia. Toreros curtidos en el peligro, que antes fueron niños que se saltaban las vallas del matadero para lidiar con alguna bestia.

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Plaza de toros de madera de la Real Maestranza de Caballería de Sevilla

Desde 1830 y con la aprobación del rey y el impulso del Conde de la Estrella, el Matadero de San Bernardo se transformó en la Real Escuela de Tauromaquia.En San Bernardo vivían los empleados del matadero y, por tanto, sus familias estaban acostumbradas a la presencia de reses vivas en su entorno. En una carta del mítico matador de toros Pedro Romero al conde se lee: «Los alumnos de la Real Escuela matan 72 toros mensuales a razón de seis reses cada lunes, miércoles y viernes». 

La escuela es producto de una intención de resucitar la tauromaquia y devolverla a una época de esplendor en la que Sevilla dio nombres como el del propio Pedro Romero, Costillares o Pepe Hillo. Años después y para siempre, San Bernardo se convertiría en el frasco en el que se esconden las esencias del toreo, por lo que se le conoce como ‘barrio de los toreros’.

Con la muerte de Fernando VII, monarca que aprobó el proyecto del Conde de la Estrella para establecer la escuela en Sevilla y en los terrenos cercanos al matadero -llegó a contar con una plaza de toros de madera en la que cabían casi 700 espectadores-, la regente María Cristina, necesitada de los apoyos de los liberales, ordenó el cierre de la Escuela de tauromaquia un 12 de octubre de 1833. Aquí acababa la aventura de una escuela que seguiría presente en espíritu en el barrio, dando como fruto a los mejores espadas que ha dado Sevilla en un barrio que desde entonces quedó ligado para siempre al capote y a la arena.

Miguel Pérez Martín

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