Los graffitis no dejan indiferente a nadie. Para unos, arte urbano incomprendido. Para otros, vandalismo inconcebible en nuestras ciudades. Unos piden protección, otros que se multe a los creadores. Nos damos una vuelta por las paredes que hablan de Nervión.
Nuestra ruta comienza en el corazón de Ciudad Jardín, al final de la calle Alonso Cano. Allí está el templo del spray por antonomasia de Nervión. Fue bajo el mandato de Alfredo Sánchez Monteseirín cuando se convocó un certamen de arte urbano para dar color a los muros grises y tristes de la Escuela Infantil Martín de Gainza de esta zona de Nervión. En unos días, cada pared lució un distinto dibujo, creaciones que se vieron nacer de la nada en los muros del colegio.
Para encontrar el segundo lugar con mayor número de graffitis del distrito hay que irse hasta el extremo norte, donde ya delimita con la Estación de Santa Justa. En los jardines que están frente a la entrada del intercambiador de transportes, podemos contemplar pinturas por todas partes: en la pasarela, en los puestos que sirven de bares de copas, en las columnas y pilares, en los laterales de las fuentes y hasta en los muros que separan las vías del tren de la ciudad. Muchos de los vecinos califican estos actos de vandálicos, y creen que desmejoran la imagen de la zona, pero lo cierto es que el entorno no ayuda. Unos laterales de las vías descuidados, el bar situado junto a la glorieta abandonado y sin terrazas desde hace años, la pasarela con hundimientos en algunas planchas metálicas y malas hierbas brotando por doquier.
Otros de estos murales de spray han sido iniciativa de ciertos colectivos. En algunos casos, como en el colegio de Ciudad Jardín, fue el propio ayuntamiento, como en la iniciativa que en 2008 y 2009 puso color y estilo grafitero a los contenedores de vidrio de la ciudad. En Nervión aún nos quedan muestras en la Avenida de la Buhaira y Eduardo Dato. Si no, puede ser, por ejemplo, un instituto, el lugar en el que vayan brotando un graffiti, luego otro, y así una sucesión que ocupa toda la pared, como ocurre en el Beatriz de Suabia.
Eso no quita que no haya murales inadecuados, porque lo importante para calificar una pintura de vandálica o no es, principalmente, el lugar en el que se hace y la calidad de la pintura. Una pintura mediocre o que no quiere transmitir nada ni adquiere parámetros artísticos, no es necesaria en ninguna pared. Por otra parte, hay paredes en las que se realizan graffitis y que han sido denunciados por asociaciones de defensa del patrimonio, como en las firmas que se han hecho con spray en los muros del Palacio de la Buhaira.
Te invitamos a dar un paseo por los graffitis de Nervión en esta fotogalería en Facebook.
R.N.