Casa Consuelo es un negocio familiar, y se nota en cada detalle. Esta casa de comidas de Nervión guarda las esencias de los sabores del hogar.
Conseguir una mesa en Casa Consuelo un fin de semana no es cosa fácil. Si no has reservado, lo más probable es que te encuentres con sus dos turnos de almuerzo llenos. Y no es por cuestión de moda precisamente, sino porque este local de la Plaza Pintor Amalio García del Moral ha seducido a todos aquellos que quieren el sabor de casa sin trampas.
Madre e hijo trabajan tras el mostrador de esta casa de comidas que cuenta con una larga ristra de devotos que peregrinan hasta sus mesas incluso a mediodía entre semana. Aquí la paciencia es virtud, porque la comida no se hace sola y hay que saber esperar un poco por lo bueno. Acomodados en el pequeño local abarrotado, empezamos con una ensaladilla con la que poder comenzar a medir el nivel. En este caso es de atún y se nota la mano de la cocinera: cantidad justa de mayonesa, la patata en su punto justo y sin excentricidades más allá de unas pocas patatas paja para aportar el crujiente.
Seguimos con los fritos, y lo primero en caer son las tortillitas de camarones. No son transparentes, pero sí que tienen el cuerpo que una tortillita debe tener: bien crujiente y sin exceso de aceite. Bastante más nos seducen los boquerones, que tras la ligera capa de harina siguen conservando la jugosidad y la frescura. Aunque soy de esos que si te veo echarle limón al pescado, te corto la mano, aquí tienen incorporados un ligero toque de limón antes de la fritura, que resulta muy agradable al comerlos.
A continuación llega el tartar de atún con mango y alga wakame, porque en Casa Consuelo se bordan los guisos de siempre pero también se atreven con algunos productos menos tradicionales y técnicas más novedosas. Aunque podría parecer que el atún está cortado algo más grande de lo que se podría esperar, el macerado y la salsa que empapa pescado y fruto está tan buena, que se disfruta mucho. Y el toque del alga le da el salazón necesario sin tener que pasarse con litros de soja, como pasa en otros lugares.
Volvemos a la tradición, y llega el humilde revuelto de morcilla. ¿Humilde? Sí, pero para nada desdeñable. La unión del huevo con la morcilla es total y la cremosidad nos deja disfrutar de una mezcla esponjosa en la que el sabor de la morcilla predomina y manda, como debe ser. El uso de una buena morcilla en un plato con tan pocos ingredientes es clave y, si como aquí, lo acompañas de unos piñones tostados que sorprenden en cada bocado, la experiencia es estupenda.
Para terminar los salados, llegamos al gran clásico de Casa Consuelo: la costilla de cerdo a baja temperatura. El que piense que esto es el gesto pretencioso de un bar tradicional, no puede estar más equivocado. La costilla es para comerte seis. Los huesos salen de la carne totalmente limpios y sin ningún tipo de esfuerzo, y el lacado otorga a la jugosa carne contrastes entre el dulce y el picante, el ácido y lo contundente. Sin duda una apuesta segura si te sientas por primera vez a esta mesa.
Y para terminar, postres de toda la vida, como el arroz con leche. Sí, porque no todo en esta vida son brownies y tartas de zanahoria. El arroz con leche de Casa Consuelo bien merece que le dejemos un hueco, al igual que las natillas caseras. Un broche de oro para uno de esos locales de Nervión que demuestran que a base de trabajo y de hacer las cosas bien, se puede llegar muy lejos. Muchos años de éxito, familia.