Carlos de Cepeda siempre ha supuesto un punto negro del botellón en el distrito. Casi una década después, los vecinos lo siguen sufriendo.
Son dos calles, y no demasiado populosas: Carlos de Cepeda y el tramo de Fernández de Ribera que va desde Espinosa y Cárcel y San Francisco Javier. Los vecinos han vivido un verdadero infierno nocturno durante años, por un lado, por el ruido que hacía la gente mientras estaba abierta la discoteca, y por otro, por el botellón que se concentraba en la zona antes de la entrada a la sala de fiestas. Lo primero se solucionó con una actuación policial sobre la sala. Lo segundo, reflota cada fin de semana.
Una vecina que vive en Carlos de Cepeda, una calle que llegó a llenar sus ventanas de pancartas contra el ruido nocturno para pedir al consistorio una actuación, nos retrata la situación actual. «He estado viviendo dos años fuera del barrio, y al volver me parece sorprendente que aún estemos los vecinos en esta situación», nos cuenta. Para esta vecina es un problema que llevan arrastrando una década.
Nos dice que no es solo la suciedad que dejan estos grupos que hacen botellón, sino que se montan ‘coches discoteca’ y «un ambiente que trae droga, discusiones y gritos que hacen que sea imposible conciliar el sueño entre las 2 y las 7.30 de la mañana». La policía sí que ha aparecido en algunas ocasiones en la zona al principio de la noche, pero esa no es la franja horaria única en la que se producen estas molestias. Según cuenta esta vecina, cuando llega la hora de cierre de la discoteca, «alrededor de las 6 o las 7 de la mañana, todo se multiplica». [La foto que encabeza esta noticia fue tomada a las 7.18 de la mañana este fin de semana]
Además, esta vecina dice que cuando llaman la atención a los que beben en la calle, la respuesta es la peor posible. «Es inaceptable en una ciudad como Sevilla y en un barrio como Nervión. Se concentran grupos que nos insultan a los vecinos cuando les llamamos la atención para poder dormir», explica.
Algunas de las pancartas que colgaron los vecinos hace dos años aún siguen colgadas en los balcones, ajadas por el paso del tiempo y la lluvia. Pero su mensaje, según cuenta esta vecina, sigue estando vigente.