La sede está escondida: en un lugar con poco tránsito de tráfico dentro de una calle privada. El Centro Budista del Camino del Diamante de Sevilla, en el Pasaje del Doctor González Gramage, abre una puerta a la Iluminación en el corazón de Nervión.
Los lunes son días de meditación. Lo primero que se hace en este centro budista, situado en un bajo en el citado pasaje, es dar la bienvenida a los nuevos. Se explica en qué consiste el centro, se les invita a descalzarse nada más entrar y a liberarse de la rutina y de la esclavitud de la vida cotidiana para dedicarse un rato a sí mismo. Un centro que pagan con las cuotas de los asistentes, algo que solo les da para sobrevivir y mantenerlo.
El Camino del Diamante es uno de los senderos del budismo. Estas enseñanzas están dirigidas a «personas que tienen una fuerte confianza en su propia Naturaleza Búdica y la de los otros». En este nivel se aprende «a experimentar el mundo desde un punto de vista rico y autoliberador». Los asistentes, una docena, se reúnen los lunes, los miércoles y a veces los fines de semana para meditar y compartir un rato en comunidad, sentados en el suelo o bien en sillas en un ambiente de penumbra que facilita una lámpara con mampara de papel. De fondo a veces pueden oírse los pasos de la gente que vuelve a casa del trabajo o el rugir de alguna moto que pasa por los aparcamientos cercanos.
En este centro hay té, una nevera y algo de comer, pero lo que reina es la paz y un suave olor a incienso. Este es uno de los más de 650 centros de Camino del Diamante que hay en el mundo. Fueron fundados por una pareja de daneses, el Lama Ole Nydahl y su esposa Hannah, que se quedaron a vivir en el Himalaya más de tres años y que durante cuatro décadas han transmitido la sabiduría sin descanso a los occidentales. «Aunque nuestro lama se monte en moto o lleve una moderna cazadora, la pureza de las enseñanzas es total: tienen más de 2.550 años», explica Javier, que da la bienvenida a los nuevos antes de la meditación desgranando la vida del Buda.
Este fin de semana celebran el décimo aniversario del centro, que antes de estar en Nervión ha pasado por el centro y por otros barrios de la ciudad. Ahora es desde este bajo desde donde se intenta alcanzar la Iluminación a través de la meditación. Espalda recta, barbilla retrasada y las palmas de las manos descansando sobre las rodillas son las indicaciones para comenzar la meditación con luz tenue. Sobre unas repisas en un extremo de la sala, un Buda y una estatuílla de Mahakala, el protector del linaje al que se le dedica la última plegaria en tibetano antes de dar por concluída la meditación.
La meditación que se hace en este centro suele ser la de las Tres Luces -transparente, roja y azul-, una meditación guiada que puede hacerse en 10 minutos y prolongarse hasta una o dos horas. En ella hay repeticiones de palabras, un concienzudo silencio y mucha tranquilidad en la sala. Al acabar la meditación, todo vuelve a la realidad. Vuelven las palabras y los miembros del grupo van saliendo uno a uno por la puerta, ya con los zapatos puestos. Han recargado las pilas una semana más, y ya piensan en el siguiente silencio, una semana después, en el corazón de Nervión.
Miguel Pérez Martín