En 1843 las tropas de Espartero asediaron con gran violencia Sevilla. Los terrenos de nuestro distrito fueron entonces un campo de batalla.
Cañones en la torre de San Benito, los Caños de Carmona en pie como parte de la estrategia bélica, lucha armada junto al templete de la Cruz del Campo. Esta es la historia del bombardeo de Espartero contado por un miliciano que lo vivió y lo relató en una completa y personal crónica.
Es julio de 1843. Sevilla está agitada y desde el ayuntamiento se está preparando la defensa de la ciudad contra las tropas del General Espartero, que desde la jefatura del Estado (que ocupa por la minoría de edad de Isabel II) ha destituído al presidente del Consejo de Ministros y ha disuelto las Cortes. Las ciudades se están alzando contra lo que consideran «un régimen opresor» del Duque de la Victoria, y Sevilla se prepara para la llegada de las tropas que, como veremos, bombardearán sin descanso la ciudad durante 23 días.
El punto caliente del asedio es la entrada a Sevilla desde Alcalá de Guadaira. El trazado de la antigua calzada romana aún no ha recibido en 1843 el nombre de calle Oriente, mucho menos se piensa en nombrarla como Luis Montoto. Los Caños de Carmona siguen en pie y el arroyo Tagarete corre paralelo a la muralla por donde luego pasaron las vías del tren, separando el arrabal de San Bernardo y las casas de La Calzada del resto de la ciudad. Huertas y más huertas ocupan los terrenos en los que hoy se levantan los bloques de la Buhaira, Nervión o Ciudad Jardín. Junto a la muralla, el Convento de San Agustín mira a los férreos muros, que siguen en pie casi intactos al igual que las puertas, San Benito es el corazón de La Calzada y el cuartel de la Puerta de la Carne -hoy sede de la Diputación- se encuentra frente al activo matadero -hasta que se construya en el siglo XX el de Ramón y Cajal-.
El 18 de julio es el día clave, aunque desde el día 5 los soldados de Espartero ya estaban cercando la ciudad. Mientras el sol se marcha tras las fábricas de tejas de Triana, los vigías divisan las tropas de Van Halen -que está al cargo de las tropas de Andalucía- alcanzar la zona en la que actualmente se encuentra el Parque de La Ranilla, orillas del Tamarguillo que surca libre la trasera de lo que hoy es Ciudad Jardín. Las fuerzas de defensa de la ciudad se repliegan hasta la Cruz del Campo, donde al día siguiente se producirá el primer choque entre los soldados mandados por Van Halen y los sevillanos. Las tropas del asedio, mucho más numerosas, atacan con fuego de cañón y metralla a los protectores de la ciudad en el entorno de los Caños de Carmona y el Humilladero. La lucha es encarnizada y cruel.
Las tropas de Van Halen instalan sus baterías en la Huerta de Santa Teresa y la Cruz del Campo. Desde los fuertes de la Puerta Osario y la Trinidad llueven los disparos hacia los enemigos, dificultando la protección de sus posiciones. Mientras en la Puerta de Carmona las fuerzas sevillanas montan un pequeño fortín junto a la muralla, Van Halen obstruye los Caños de Carmona y la ciudad se queda sin suministro de agua. Minutos antes de las 12 de la mañana, empieza el horror. La ciudad asiste a una tormenta de bombas que caen en el interior de la urbe amurallada (algunas siguen incrustadas en los edificios, como la que puede verse en la calle Mosqueta).
Los vecinos de San Bernardo, La Calzada y San Roque, arrabales en primera línea de fuego, cogen las pocas pertenencias que pueden acarrear y corren hacia la ciudad amurallada que los recibe para protegerse. Los más rezagados no tendrán tiempo ni de coger sus pertenencias más valiosas. La vida es lo que hay que salvar. En los días posteriores, las bombas diarias sobre la ciudad se cuentan por cientos. La gente en el interior de las murallas corre a los barrios más alejados de la muralla oriental. San Lorenzo, Triana o el Arenal se convierten en lugares relativamente seguros donde no llegan las bombas de las tropas de Espartero.
El día 22 llega Espartero con más tropas al campamento de Van Halen. Muchos sevillanos avanzan a pie por la Vega de Triana bajo el sol de justicia del verano hacia los pueblos de alrededor, que reciben con solidaridad a los sevillanos. Mientras, el fuego ha cesado en una tregua y Espartero pide la rendición de Sevilla. Mientras, el arzobispo abre la Catedral y las iglesias de la ciudad para que sirvan de refugio a los que no pueden huir.
A los dos días, regresan las bombas. Y esa noche intentan las tropas de Espartero colarse en la ciudad con escalas por los Caños de Carmona, pero los soldados de Sevilla desde las murallas los frenan. El fuerte del cuartel de caballería de la Puerta de la Carne y la Fundición de Cañones de San Bernardo están bien protegidos y no tienen apenas daños, no así el caserío del barrio de San Bernardo, que sería el más afectado por el asedio y en cuyas calles habrá numerosos muertos. Las tropas de Espartero avanzan junto a los Caños, e instalan cañones en la torre de la Parroquia de San Benito, pero las fuerzas de la ciudad consiguen desmontar la batería en pocas horas.
El 28 de julio al amanecer llega una carta de la liberación de Badajoz y un vigía informaba del levantamiento del campamento enemigo. La ciudad entra en éxtasis. Se había amenazado a Espartero con una declaración de traidor y con suspender todos sus privilegios si continuaba asediando Sevilla, por lo que el general abandona la batalla y huye hacia el sur que le conducirá al exilio. Los soldados recorren los pueblos del Aljarafe para informar a los huidos que el asedio ha terminado, y las 200 campanas de la ciudad tañen sin cesar en un repique de júbilo por el fin de la metralla. El 2 de agosto, tras las honras a los caídos en la batalla, la reina concedería a Sevilla el título de ‘Invicta’ que hoy luce en su escudo.
Datos extraídos de ‘El pronunciamiento y sitio de Sevilla’ contado por un miliciano como testigo presencial del asedio. El documento completo puede leerse online en este enlace.