Una madrugada de hace ahora 20 años, en las calles tranquilas del centro, dos pistoleros hirieron para siempre el mismo corazón de la ciudad. Sevilla amaneció al día siguiente con el deseo de que lo que leían en la prensa fuera solo una pesadilla. La banda terrorista ETA había teñido de sangre los adoquines de Don Remondo y Sevilla alzó la voz para clamar por la paz tras el asesinato del matrimonio Jiménez Becerril. El concejal del PP y su mujer se convirtieron en símbolo de la Sevilla que no iba a consentir más sangre. Nervión durante años también fue testigo y objetivo de atentados etarras y miembros del Grapo. Estos son los días en los que el terror ganó en nuestras calles.
Tres bombas y cuatro muertos para aterrorizar Nervión
ETA tuvo presencia en nuestras calles a través de las bombas. Tres atentados: dos frustrados y uno llevado a término. Empezaremos por la bomba que sí explotó, la que iba escondida en un paquete que fue enviado por la banda terrorista a la antigua Prisión Provincial de La Ranilla. Sucedió en junio de 1991 y explotó en el vestíbulo de la cárcel, donde esperaban los familiares de los presos y estaba buena parte de los trabajadores. Cuando un empleado estaba pasando el paquete por el escáner, la bomba explotó ante sus ojos llevándose por delante cuatro vidas y provocando heridas a sesenta personas. Fue el día más negro de terrorismo en nuestro distrito.
En la transición del año 2000 al 2001, en la otra punta de nuestro distrito la policía encontró antes de que estallara una furgoneta cargada con 161 kilos de dinamita. Se encontraba aparcada a unos metros de la Tesorería de la Seguridad Social, cerca del Hotel Occidental y la Estación de Santa Justa y junto al tráfico intenso de Kansas City. Los expertos dijeron que aquella furgoneta pudo haber volado buena parte del edificio de la Seguridad Social, afectado al hotel y a la puerta de la estación, además de a los conductores que pasaran por la glorieta. Hablaron de que se había evitado una explosión que habría dejado decenas de víctimas.
Por último, en el año 2000 muchos recordarán una jaleo que a algunos nos pilló en el colegio y a los demás en el trabajo. Aquella mañana de día laborable, ETA colocó un paquete bomba bajo el asiento del coche de un subteniente del Ejército destinado en Sevilla en la calle Urbión. Al notar la cerradura de la puerta del coche forzada, avisó a la policía. Un despliegue de artificieros, helicópteros, desalojo de las Casas del Patronato y de varios bloques de Urbión… con razón. Encontraron la fiambrera bomba bajo el asiento, la sacaron y la llevaron a la acera de enfrente, donde la desactivaron los Tedax.
Bombas, pistoleros y atracos por las calles de los barrios
Los Grapo, otro grupo terrorista con inquietudes muy distintas a los etarras, comenzaron su actividad en Sevilla desde 1976. La actividad de los Grapo fue incesante durante décadas y con Sevilla como un objetivo principal de sus acciones.
Todo comenzó en 1976 cuando hicieron explotar una bomba en los Juzgados del Prado de San Sebastián. Aquel lugar sería durante años un objetivo continuado para este grupo. 13 días después de aquella bomba, la madrugada se enturbió en los Jardines de Murillo. Dos terroristas que iban de nuevo a poner un explosivo en los juzgados, murieron cuando la bomba les explotó en las manos de camino. Cuenta el ABC en su edición del día siguiente que los trozos de ambos cuerpos fueron encontrados en parte al otro lado de la muralla del Alcázar.
El siguiente atentado notable fue el 18 de julio de 1978, en el que colocaron diversos explosivos por toda la ciudad. Esta vez, uno de los objetivos de las bombas fue la Comisaría de Policía de Nervión. Al año siguiente, el 6 de abril de 1979, los disparos se desplazaron hasta la calle Marqués de Pickman. Allí, dos pistoleros del Grapo aguardaban a que llegara a su casa Francisco Beltrán Ortiz, subcomisario jefe de la Brigada de Información de la Policía de Sevilla. Al bajarse del coche, fue recibido por dos hombres que le dispararon tres veces a quemarropa, dándole en la cara y el cuello. Días después, Beltrán salvó la vida en el Hospital Virgen del Rocío.
Por último, el Grapo cometió en septiembre de 1984 su último crimen en la ciudad. Fue el asesinato de Rafael Padura, presidente de la Patronal sevillana. Los terroristas fueron a por él cuando visitaba el almacén de una imprenta que tenía en el número 140 de la calle Luis Montoto. Allí, ordenaron a punta de pistola a todos los empleados a que se encerraran en una sala y se lo llevaron a un despacho, matándolo de un tiro a bocajarro.
Además, los Grapo cometieron muchos atracos por toda la ciudad para financiar sus acciones. Dos de ellos tuvieron lugar en Nervión: uno en una sucursal bancaria en Ramón y Cajal, y otro en otra de la Plaza de Carmen Benítez, en el barrio de San Roque. En este último, sabemos que fueron tres hombres y una mujer y que se llevaron de este establecimiento varios millones de pesetas.
R.N.