La historia de Nervión arranca hace 102 años. El Marqués de Nervión se hacía con los terrenos del antiguo Cortijo Maestre Escuela y llamaba a la puerta de un arquitecto que gozaba de fama en la época para que levantase en aquellos terrenos un barrio de grandes avenidas para el tráfico rodado, diseño moderno, zonas ajardinadas y arquitectura elegante basada en el regionalismo propio de aquellos años. Aquel hombre al que encargó su utopía era Aníbal González, luego arquitecto oficial de la Exposición Iberoamericana de 1929 y artífice de la Plaza de España.
Aquella ciudad debía ser una ciudad-jardín –“Cada familia, una casa. Cada casa, un jardín”, dicen que era su lema-, con un diseño radial con el corazón en la Gran Plaza, en el centro de la cual se levantaría un gran templo alrededor del que giraría la vida del barrio. Pero aquel sueño del arquitecto nunca llegó a culminarse. “Por motivos económicos, el diseño va cambiando. Prima más el metro cuadrado que las grandes avenidas”, explica el nieto del arquitecto, Aníbal González Serrano.
Las Villas de Nervión
De aquel Nervión queda, aunque muy tranformada, la escuadra que discurre entre las avenidas de Marqués de Pickman y Ciudad Jardín. Las calles interiores eran en sus inicios más anchas, pero se redujeron para poder levantar más viviendas. Y se dijo adiós a las famosas Villas de Nervión, modelo constructivo que iba a marcar la fisonomía del barrio. “El nombre tiene una connotación social inaccesible a los trabajadores, o sea, estaban destinadas a personas de estrato medio y alto; se construyen en parcelas medias y grandes, ajardinando todo el contorno. Se adopta un lenguaje formal convencional de gusto local. Para ello se utiliza la madera, el ladrillo, la cerámica y el azulejo”, explica Jorge Benavides, Doctor en Arquitectura por la Universidad de Sevilla. De aquellas villas quedan pocas muestras, por la destrucción del patrimonio regionalista. Una muestra es el actual Asador de Aranda en Luis Montoto, obra del arquitecto Espiau, o la casa de la esquina de las calles Marqués del Nervión y Cristo de la Sed, ornamentada con azulejería y con el ladrillo como elemento no solo constructivo, sino también ornamental. Sí que hubo viviendas al alcance de la clase obrera: las casas del Patronato que hoy se encuentran en la esquina de Ramón y Cajal con Urbión, y que con sus modestas arcadas de piedra respetan el estilo de González. “La idea es que se trajeran ceramistas valencianos para trabajar en la Expo del 29, por lo que el Patronato Municipal construye para ellos 24 casas modestas pero en las que el arquitecto no pierde su estilo propio”, explica el nieto de González.
Puerta neobarroca para Nervión
Según Benavides, González no pretendía hacer una ciudad independiente, sino una urbanización. Como parte de Sevilla, Nervión necesitaba conectarse con el centro de la ciudad. Había un límite infranqueable: las vías que conducían a los trenes hasta la Estación de Cádiz. Para ello, se encargó a Juan Talavera un gran puente para superar el escollo, el Puente de San Bernardo. “La expansión de la ciudad que se estaba consolidando en Nervión obligaba a vincularla a la ciudad antigua; es decir, la vialidad y la movilidad tenían que desarrollarse suficientemente”, explica Benavides. Y Talavera levantó un puente de dimensiones considerables que mira a la Giralda, con capillas con tintes neobarrocos, que une el distrito con el casco histórico.
La iglesia como corazón del barrio
La iglesia que soñó Aníbal González en el centro de la Gran Plaza sí fue una realidad, pero no en su ubicación original. La Parroquia de la Concepción, sede de la Hermandad de la Sed y conocida como la parroquia madre de Nervión, es obra de Antonio Arévalo. “Arévalo es coetáneo de González y tan defensor como aquel de la tradición en la arquitectura y en la vida pero, su aporte es de menor calidad, más desigual; igual reproduce referencias neomudéjares (Matadero Municipal en la calle Ramón y Cajal) que referencias historicistas: la basílica que levantó en 1925, se decía que tiene un estilo greco-romano”, comenta Benavides.
La catedral de Nervión
Pero de todos aquellos proyectos que se pusieron en marcha para el barrio, uno de ellos superó a todos los demás. La gigantesca basílica que iba a levantarse en La Buhaira, con torres de 65 metros de alto y junto a los Jardines de la Buhaira, iba a suponer tener en Nervión casi una catedral neogótica precedida por una gigantesca plaza rematada con un obelisco en su epicentro.
Aquella iglesia neogótica encargada a Aníbal González por los jesuitas bajo la advocación de La Milagrosa iba dentro de un enorme proyecto que ocuparía lo que hoy es el colegio de Portaceli y los modernos bloques de viviendas de la calle Camilo José Cela. “Era un complejo con un internado de estudiantes, una gran casa para los jesuitas, aulas y hasta un anfiteatro”, explica González Serrano. Pero aquel sueño pronto se desvaneció, y tras la construcción de los cimientos y la parte baja de los pilares, la muerte se llevó al a veces llamado “Gaudí sevillano”, y la basílica se convirtió en testigo de un sueño. Hoy aún se pueden observar sus cimientos en la Avenida de la Buhaira, donde ahora se alza un restaurante. El día que se colocó la primera piedra del templo, el cielo parecía avisar de que aquella iglesia nunca se terminaría. “Cayó una tromba de agua que salió hasta en los periódicos. Hay fotos de los asistentes al acto con sillas en la cabeza protegiéndose del temporal”, comenta González.
Miguel Pérez Martín